El Médico

Si pensáis que os voy a dar una chapa sobre el libro del Médico os habéis equivocado. Es un excelente libro, aunque en mi opinión peor que Chamán de la misma serie, pero no es este el objeto del comentario. Voy a hablar de los médicos, los doctores, los que nos pinchan, los que nos amargan la existencia, los de la bata blanca, ya sabéis.

He llegado a la conclusión de que el sistema de Seguridad Social está hecho así para que la gente no se ponga enferma. Cuando me pongo malo, sólo de pensar en irme a urgencias o al ambulatorio a permanecer en la sala de esperas miles de horas surge el milagro y estoy completamente curado... más o menos. Cuando tú llegas lo primero que has de hacer es ir al mostrador para pedir cita, inexplicablemente hay una cola kilométrica y tú observas que hay tres o cuatro auxiliares atendiendo a la gente... o eso parece. Según te vas acercando te das cuenta de que una se está haciendo las uñas, otro está hablando por teléfono obviamente con alguien que no tiene nada que ver con el trabajo, otra está charlando y sólo queda uno o una joven, que estará en prácticas, atendiendo a todo el personal.

Una cosa muy común en los centros de salud es la cantidad de gente mayor que hay por todos sitios. Un amigo tiene la teoría de que como no tienen gran cosa que hacer porque están jubilados pues se van a pasar la mañana allí en vez de irse al hogar del pensionista o a pasear, a mí no me parece mal porque allí se está calentico y además se encuentran con sus amiguetes. Yo, cuando sea viejo, pienso ir al centro de salud todos los días.

Cuando por fin tienes cita te subes para la consulta de tu médico: el Dr. Tilla, tercera planta, consulta 304. Lo primero que tienes que hacer cuando llegas es preguntar en alto: "¿ha salido ya a llamar?", a voces debe ser. Alguien te contestará algo, o todos a la vez. Seguramente te contestará la típica señora enteradilla que está por allí y que alguien la ha elegido líder de la sala de espera. Seguramente te preguntará hasta quien eres y buscará en la lista que ha memorizado en su cabeza con los nombres y las caras del personal y te dirá: "sí, ha salido a llamar hace media hora ya, tú vas detrás de este señor y detrás de tí va esta otra señora". Te sientas, si hubiera sitio, y empiezas a escuchar comentarios del tipo: "pues anda que no lleva rato la última que ha entrado", "ayer encontré una oferta de sandías a 30 céntimos el kilo", "mi nieto se ha comprado una 'amoto' nueva", etc... Yo, por lo general, me hundo en un libro para que no me hable nadie porque si lleva mucho rato alguien dentro pues falta le hará o la oferta de las sandías o la "amoto" de su nieto me da exactamente igual. Lo mejor del que dice "anda que no lleva rato dentro" es que cuando sale alguien le dice: "con unos desde luego está bien poco tiempo, los despacha rápido".

Las salas de espera de las consultas son muy interesantes, porque te das cuenta que la humanidad no existe. Llega una chica joven con un pie en la tumba "de urgencias" que viene arrastrándose, desangrándose, etc... y según se acerca a la puerta del doctor para entrar, obviamente la primera, se empiezan a oir chisteos sobre todo de la líder de la sala: "¡chist! ¡chist! ¿dónde vas? ¿dónde vas?, ¡hay otras personas delante!"... señora que se está muriendo ¿no lo ve?, "no, no, que espere su turno, que yo también estoy bien mala de mi grano en el ojete que apenas me deja sentarme...". Al final la chica tiene que irse a agonizar en una silla a esperar sus últimos ratos de vida hasta que la toque entrar. Continuará...