El Levantarse
El que más y el que menos, por las mañanas, le toca madrugar. Es de las peores experiencias que uno puede tener en la vida. Pero nuestro cuerpo también lucha contra eso. Lo primero es cuando estás ahí calentico, agustico, asobinao, soñando con... (bueno cada uno lo que le guste más) y de repente el despertador ¡¡piiiiipiiiiiiipiiiiiiiii!!, porque ahora suenan así los despertadores que se te mente el pitido por el cerebro y te lo quieres arrancar a traves de un ojo. Entonces ¿te levantas?, no, te quedas remoloneando en la cama. Por supuesto, le das al botón de que suene cinco minutos más tarde el despertador. Yo me pregunto ¿por qué hacemos eso? ¿para repetir el trauma cada cinco minutos? ¿para sufrir varios despertares uno detrás de otro como unos buenos masoquistas? Pensad que si lo hacéis tres o cuatro veces podríais haber dormido de tirón quince o veinte minutos más. Esto si le das al botón de cinco minutos, alguna vez lo he apagado del todo sin querer y me han dado las doce en la cama... pero esto es otra historia, jejejeje.
Cuando por fin decides levantarte, si es invierno, llega la historia del frío fuera de la cama. Todo el mundo sabe que fuera de tu cama espera el frío polar ártico. Llevas un rato oyendo a los pingüinos paseando por la casa con sus bufandas. Sacas un pie y se te pone como cuando rocían al malo de Terminator 2 con hidrógeno líquido... o eso crees tú. Sacas una manica también, pero la metes corriendo para adentro y piensas ¡¡Dios por qué yo!! ¡¡Por qué me tengo que levantar con lo agusto que estoy en la cama calentico!!... a lo que Dios (o alguien de la casa) te contesta: levántate ya que vas a llegar tarde otra vez y déjate ya de gaitas para levantar. Esta voz que no sabes de donde sale te recuerda que vas veinte minutos tarde, pero no por ello te das más prisa por salir de la cama.
Según sales de la cama lo que toca es el rato de estar sentado en la cama. Nadie comprende este estado de Stand-by que nos entra a todos. Nos quedamos ahí, quitos, con la mirada perdida poniendo ojos de vaca inteligente, con los pelos que tiene uno al levantarse, hundido, sin pensar nada... el tiempo sigue corriendo... y ya algo en tu mente le da al arranque del cuerpo. Por fin, te levantas después de cinco minutos quieto sentado en el borde de la cama y llega uno de los peores momentos de la mañana: el vestirse. Sí, el vestirse. ¿Por qué? Si recordáis lo que dije antes del frío, también es aplicable a vestirse. Ay madre, es quitarse el pijama y haga la temperatura que haga en la habitación se te pone la piel de gallina de escalofríos. Así que todo lo lento que has estado para salir de la cama lo recuperas vistiéndote porque te cambias que ni superman en las cabinas: a velocidad suprema.
Como no encuentras las zapatillas ya que está todo medio en penumbras o porque tienes los ojos abiertos apenas unas rendijas te vas andando hacia el baño pero... alguien ha dejado la puerta de la habitación entornada y según vas andando te metes un golpe en los dedos pequeños de los pies con el canto de la puerta. No sé si os ha pasado esto, pero es un dolor inhumano, un dolor insufrible, porque como ibas confiado echaste el pie hacia delante con realtiva fuerza. Es el segundo o tercer dolor más fuerte que puede sufrir un humano después de una golpe en los huevos y agonizar. Además a esto se le añade que como el resto de la gente posiblemente esté durmiendo tienes que sufrirlo en silencio. Si nos grabaran con una cámara en ese momento se verían los aspavientos, caretos, gestos, etc... que uno hace por no gritar. Cuándo aprenderemos que todo esto no sirve para mitigar el dolor y ni siquiera sirve para dar pena a otros ya que nadie nos está mirando...
Después de casi morir a través de los dedos pequeños del pie. Llegas al baño. Hay una ley que se cumple en este lugar por la mañana: la ley de la energía mínima. En qué consiste esto: en gastar el mínimo de energía para hacer las cosas del aseo. Me explico, si puedes sentarte en la taza del váter a lavarte los dientes, peinarte, etc... lo haces. Y es un gran error porque te pasa lo mismo que te pasó al levantarte de la cama que te sientas y vas a velocidad mínima, os recuerdo que además estás gastando la mínima energía posible. La taza del váter yo creo que te roba la vitalidad en esos momentos. Otro elemento que te la roba son los azulejos de las paredes del baño. Tenemos mucha tendencia a apoyar la cabeza en ellos para hacer las cosas, es similar a la taza pero de pie y mucho más incómodo. También te roban la energía, es más yo creo que te paran la vida como a los ninjas.
Si consigues salir del baño y no te quedas sobando en la taza, ya te vas a desayunar por fin, os recuerdo que sigues descalzo y puede caer algún que otro golpe más en los dedicos del pie con la pata de alguna silla del salón o el canto de alguna otra puerta entornada... Cuando éramos pequeños nuestras madres por lo general nos tenían preparado el desayuno y no lo apreciábamos, y ahora lo que daríamos por llegar a la cocina y encontrar el desayuno preparado. Como vienes todavía con los ojos semicerrados a pesar de haberte lavado la cara, optas por echarte un vaso de leche e ir a la busca de algo más apetitoso, abres el armario y ahí tienes el típico paquete de galletas María rancias... no te apetecen, una bolsa con medio croissant que debe llevar ahí desde que reinaba Alfonso XII... mejor no, te acuerdas que habías comprado unos donuts el otro día y vas a donde los habías guardado y sólo queda el arbusto ese que pasa en las películas del oeste... Total, que te zampas unas galletas al final con el vaso de leche... el desayuno de los campeones.
Llega el momento en que reaccionas y te das cuenta que llegas megatarde a trabajar. Empiezas a correr, te pones los zapatos cambiados de pie, te los tienes que volver a poner bien, te los atas de cualquier manera, coges el abrigo y te lo pones en un pie también porque crees que es un zapato, ya en el ascensor decides ponerte el abrigo donde es, aprovechas para volver a atarte los zapatos porque el nudo hecho en casa era imaginario, te das cuenta de que te has olvidado la cartera, tienes que volver a subir a casa, la coges, te quitan el ascensor, bajas corriendo por la escalera a oscuras, cuando llegas abajo casi te comes al perro de la vecina con vecina incluida detrás, etc...
Este último esfuerzo es inútil, no vas a recuperar en medio minuto todo el tiempo que te has pasado remoloneando desde que te levantaste hasta justo antes de salir. He oido rumores por ahí que hay gente que se levanta de la cama de un salto y que no remolonea, todo el mundo conoce al amigo de un amigo que lo hace pero realmente nadie lo ha visto hacer...
3 Comments:
Pues aquí tienes a uno que no remolonea!!! Jejejejejeje!!!
Vamos a ver, eso de que si no te levantas alguien en tu casa te levanta no creo que sea del todo cierto verdad??? ;-) Más bien se ponen a relatar sobre ti!!!
... Nos quedamos ahí, quitos... Jajajajaja!!! Táte quito ya leñe!!!
Remolonear? si fuera por mi no me levantaba
Excelente relato... me quedo con esta frase, me siento superidentificado con ella: "¡¡Dios por qué yo!! ¡¡Por qué me tengo que levantar con lo agusto que estoy en la cama calentico!!... "
De todas formas, yo soy de los que se levantan rápido. No soy tan exagerado para dar un salto, pero no suelo remolonear, siempre me levanto con la hora pegada al culo.
Otra cosa a la que tengo temor, es a quedarme dormido después de apagar el despertador. Por eso lo pongo lejos de la cama, para despabilarme un poco al apagarlo.
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