El tren y el viaje

Esta mañana cuando salía en Atocha de la estación me han dado un librito con los relatos que se han presentado a un concurso de relatos cortos que ha organizado Renfe y consiste en escribir una historia corta sobre el tren o algún viaje en él. Voy a poner algunas de ellas, como me han gustado bastantes y no puedo decidirme por alguna voy a usar el método azar: abriré por donde sea el libro y la que salga. La verdad es que casi todas merecen la pena aunque hay algunas mejores que otras. Aquí os dejo la primera escrita por José Ignacio Peiro Alba y Omar Tinon I Colas:

Otra vez en la estación. Demasiado frío, demasiada oscuridad. Quizá demasiada rutina. Los ojos perdidos en la vía. En los raíles, pulidos por el paso de trenes antaño, sólo el brillante reflejo de la luz tenue al final del andén. Un foco que ciega. El tren que llega. Mientras apuro mi cigarro me subo. Busco un asiento y contemplo. Distintas personas, pero las mismas caras. Una esperanza... llegar al destino. Un anhelo... que mañana, al volver la vista sobre el camino andado, éste brille pulido como las vías del tren.

Este está escrito por Carlos Arnal Vivas:

Tomás nunca se creyó la historia de las líneas paralelas. Estaba convencido de que yendo lo suficientemente deprisa podría sorprenderlas juntas, sin darles tiempo a separarse. Por eso se hizo maquinista. El más rápido. Su fama era tal que, al anunciarse el proyecto del tren-cohete, nadie dudó de quien debía conducirlo. El viaje inaugural comenzó superando todas las expectativas. El tren prácticamente volaba. Marchaba tan bien que cuando descarriló nadie pudo encontrar una explicación. Lo datos parecían correctos. En el caos que siguió el accidente nadie pareció reparar en las últimas palabras de Tomás gritando: ¡Lo sabía! ¡Lo sabía!

Y por último hoy la ganadora del certamen Carmen Iglesias Vázquez:

La misma hora, el mismo tren, las mismas caras. Sube. Se sitúa junto a la puerta. Mira como cada mañana los rostros de sus compañeros de viaje y sonríe para sí. Él es feliz. Espera en el mismo andén de cada día, se sitúa exactamente en el lugar donde el tercer vagón descarga a sus pasajeros. Espera. Bajan. Suben. A ella le gusta ser la última. Él aspira su perfume como cada mañana. No sabe que ella ha dejado pasar dos trenes por verle. Ella, nerviosa, le mira. No sabe que él ha dejado pasar dos estaciones por respirarla.